Si hay un momento emocionante en la vida de un aficionado a la astronomía ese es, sin duda, el momento en el que se estrena el primer telescopio.

Es momento es doblemente emocionante cuando es junto a los compañeros y compañeras de la asociación que te han permitido pacientemente disfrutar de la astronomía durante años, conocer los distintos equipos que existen y elegir el que mejor se adapta a tus posibilidades y preferencias.

De esta manera fue una noche del inicio del verano del año 2005; el lugar, una colina cercana al bonito y burgalés pueblo de Ciruelos de Cervera; uno de los emplazamientos que la asociación emplea en las salidas de fin de semana por sus buenas características de oscuridad y comodidad en el alojamiento.

Tras un par de semanas de impaciencia, dos horas de colocación de los numerosos aparejos que la afición requiere y las correspondientes maletas en un maletero justito y tres horas de viaje, una de ellas de atasco, llegamos al emplazamiento ya de noche, cuando el resto de los compañeros ya están terminando de montar sus equipos.

De manera automática en camiseta de manga corta y sin pensar en los siete grados que hay en ese momento comienza un ritual que aún a día de hoy se sigue manteniendo, pero que en esta primera vez se realiza con doble gusto y cuidado, casi como si tuviese en mis manos un recién nacido o el más delicado de los jarrones chinos. Nada puede salir mal.

En el montaje no se aprecian los 12kg del tubo, los 15kg de frías pesas; el tiempo se siente ralentizar, cada cable, cada una de las piezas se coloca con un cuidado superlativo pero con la tranquilidad de tener cerca a expertos compañeros de afición que me ayudan a resolver aquellas dudas que inevitablemente van apareciendo, cómo realizar correctamente la alineación con la polar o la adecuada polaridad de la conexión a la batería, etc.

El penúltimo paso es accionar el botón de encendido, en ese momento, en esa décima de segundo, el sonido del motor de seguimiento o ascensión recta es como el sonido del más refinado violín, y todo acaba en el punto en que al arrimar el ojo al ocular de 26mm, una impresionante imagen de Júpiter es capaz de deslumbrar la retina y dejar en la memoria una imagen inolvidable con sus franjas multicolor y sus satélites…. mejor dicho todo empieza aquí.