Muchas veces os he comentado que me gusta pertenecer a una asociación astronómica porque me da miedo ir solo al campo, pero nunca os he explicado cuales son mis motivos. Creo que ha llegado el momento de que os cuente el por qué.

Todo ocurrió una noche de Perseidas hace 6 años, antes de conoceros. Esa noche cogí mis prismáticos y me aventuré sólo al campo, a disfrutar de la conocida lluvia de estrellas como hacen muchas otras personas en esta efeméride. El reloj dio las 00:00 horas con un doble pitido cuando empezaron a ocurrir una serie de extraños sucesos que pusieron a prueba mis nervios.

Sin esperarlo, vi una serie de haces verdes que se movían por el cielo y descendían hasta el suelo. Eran unas líneas potentes y extrañas, muy luminosas, que daban la sensación de escudriñar el suelo desde diferentes puntos del firmamento. Todos me conocéis y sabéis que no soy muy dado a creer en seres extraterrestres, pero ¿y si los haces verdes procedieran de algún tipo de objeto no identificado que fuera a aterrizar en alguna zona cercana?

Una vez finalizaron los haces, pude escuchar ruidos de motores en diferentes puntos de una pradera cercana. Era un ruido metálico, electrónico, como si una compuerta se estuviera abriendo. Miré fijamente hacia la zona de la que venían los sonidos de motores y lo que descubrí me puso los pelos de punta. Sobre la espesa hierba se veían multitud de luces de colores parpadeando.

Ahora sí, no tenía ninguna duda. En la cercana pradera algo había aterrizado y podía estar desplegando un ejército de seres extraterrestres.

Empecé a retroceder lenta y sigilosamente sobre mis pasos, pero la fatalidad quiso que pisara una lata vieja y sonara un fuerte estruendo. De repente, un montón de potentes luces blancas se encendieron en la zona de aterrizaje y apuntaron directamente hacia a mí.

Deslumbrado por las luces no conseguía ver bien a los seres que se estaban acercando hacia mi posición, caminando de forma errática y misteriosa. Cuando llegaron al lugar en el que me encontraba, ya al borde del desmayo, me dijeron:

– Hola, buenas noches. Somos de la Asociación Astronómica Cruz del Norte, tenemos ahí montados nuestros telescopios. No te hemos asustado, ¿verdad?-

Aquellos extraños seres me abdujeron y desde entonces formo parte de su especie. Sé que mi familia me echa de menos las noches de los sábados de Luna nueva, pero ahora no puedo volver, y tampoco me la voy a jugar de nuevo a que seres más rarunos me encuentren en otra noche de soledad.